Existen muchas razones por las que los niños no se alimentan saludablemente, algunas como: poco disfrute de los alimentos, opciones de comida limitadas, cambios o desequilibrio en las porciones que consumen diariamente, esto ha generado problemas de obesidad y malas prácticas alimenticias. Respecto a esto el sector de la salud está implementando muchas acciones para combatir los efectos de la obesidad en los niños, pero hay un ámbito crucial que está siendo ignorado y son los aspectos emocionales y psicológicos de padres e hijos a la hora de alimentarse.
La interacción entre prácticas de alimentación por parte de los padres y las conductas alimentarias de los niños en un ambiente emocional adecuado, caracterizado por la validación emocional, la receptividad a las necesidades, y un contexto apto para el aprendizaje de conductas en la mesa, es esencial para establecer vínculos con el entorno en general, con las demás personas y con los alimentos (Ogden, 2005). Por ejemplo cuando la madre inicia la alimentación del bebé con su propia leche, provee nutrientes y también emociones al bebé, a través de las hormonas del bienestar y la felicidad (serotonina y endorfina)
La labor de los padres y cuidadores de los niños, es indispensable en la alimentación, ya que el aprendizaje de conductas alimentarias es un proceso complejo y el acompañamiento positivo de los padres permitirá tener una buena relación con la comida; cuando los padres permiten que los niños se involucren en la preparación de los alimentos o cuando se sientan todos juntos a comer y conversan, esto produce nuevas formas de comportamiento e imprime en los niños experiencias y recuerdos positivos.
Otro factor importante es el hecho de que, en la infancia, el cerebro humano, registra sabores y cuando estos se relacionan con sentimientos positivos, automáticamente hace que nos gusten. Un claro ejemplo es cuando los niños empiezan a conocer los alimentos, en un principio todos los alimentos son desconocidos para ellos, no sienten desagrado por los vegetales (que son generalmente los mas rechazados por los infantes) si en el hogar se ofrecen los vegetales de formas variadas y el niño se acostumbra a comerlos y ver a sus padres consumirlos, será algo normal y satisfactorio. En Programación Neurolingüística se le llama “anclaje” lo cual consiste evocar recuerdos que están relacionados con buenas experiencias; los olores y sabores son anclajes particularmente poderosos. No importa la edad que tengas, es probable que poseas olores o sabores que evocan un sentimiento o recuerdo específico.
Como padres y responsables de la educación de nuestros hijos tenemos el reto de hacer que sus experiencias y relación con la comida sea buena ya que esto se traducirá en una adolescencia y adultez sana, en la que habremos fomentado la autorregulación, la autonomía y por supuesto, el disfrute de los alimentos.